El calcio es un mineral cuya ingesta diaria debemos asegurar debido a que cumple un papel insustituible en la formación de los huesos (el 99% del calcio de nuestro cuerpo, casi un kilo, está en ellos) e interviene en otras funciones, como la transmisión de los impulsos nerviosos, la coagulación de la sangre y la actividad del corazón. Si la dieta no aporta cada día el calcio necesario o si éste no se asimila correctamente, nuestro organismo es capaz de extraer de los huesos la cantidad necesaria de calcio que necesita para estas funciones complementarias.
Con el paso de los años, esa "extracción" continuada del calcio óseo, puede acabar debilitando los huesos y producir una patología muy conocida, denominada osteoporosis. Por ello, la necesidad de proporcionar regularmente calcio al organismo durante toda la vida y no sólo hasta la edad en que terminen de construirse los huesos, en torno a los 30 años.
Para la población adulta en general (niños, embarazadas y lactantes necesitan más), se recomienda una ingesta diaria (CDR) de 800 mg de calcio. Dos vasos de leche (medio litro) al día garantizan unos 600 mg de calcio, el 75% de la CDR. La leche (lo mismo da que sea entera, desnatada o semidesnatada, el contenido de calcio no varía) aporta entre 105 y 120 miligramos de calcio cada cien mililitros (mg/100 ml), mientras que la enriquecida en calcio contiene entre 130 mg/100 ml y 160 mg/100 ml; un 30% más de calcio que la leche no enriquecida.
El calcio que necesitamos se puede conseguir también mediante derivados lácteos, como queso semicurado (820 mg/100 g), yogures (130 mg/100 g) o cuajadas (60 mg/100 g), pero hay otros alimentos, como sardinas en lata (400 mg/100 g, con espina), almendras (254 mg/100 g) o berros (170 mg/100 g) y otras verduras, como el brócoli, que contienen calcio, si bien su aprovechamiento por nuestro organismo (la biodisponibilidad) es menor que en los lácteos. Esto es debido a que los fitatos, oxalatos y ciertas fracciones de la fibra alimentaria de las verduras y cereales, secuestran el calcio interfiriendo en su absorción. Sin embargo, la presencia de lactosa, azúcar principal de los lácteos, la favorece. El consumo diario de dos vasos de leche semi desnatada o desnatada (con lo que reducimos la grasa y las calorías de la leche entera) y de algún que otro producto lácteo nos garantiza la CDR de calcio. Es por ello, que no parece necesario recurrir a leches enriquecidas que en el mejor de los casos aportan un 50% más de calcio que las normales y en el peor, sólo un 15%.
No obstante, es de interés tener en cuenta cuando compremos leche que debemos prestar especial atención al etiquetado, debido a que algunas leches enriquecidas del mercado tienen menos calcio del que declaran. Esto puede ser debido a que no verifican el contenido en calcio de la leche de partida para calcular el que deben añadir. Por otro lado, a la hora de elegir lácteo, se debe prestar atención también a las vitaminas, sobre todo las liposolubles (A,D, E), ya que en muchos casos son inferiores a las anunciadas debido a que se pierden durante el proceso de desnatado y luego no les son añadidas con posterioridad.
Aquí os presento una tabla comparativa de 9 marcas de leche enriquecidas en calcio para que veáis la variabilidad.
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